Deseos vacíos, encuentros solitarios de Susana Moyaho


Por Bruno Bresani 2011 

La autora Susana Moyaho crea un mundo de fantasía e irreverencia, de sensualidad y deseo, de vacío y encuentro, de espacios solitarios y recorridos de los sentidos, en esta exploración en la que se encuentra desde hace tres años la autora va intercalando estos espacios de intimidad con el diálogo entrecortado y desbocado que lleva con sus colegas, amigos, amantes y parejas, creando en ello intimidades públicas y espacios de recuerdo y olvido de lo cotidiano.

 

Susana Moyaho realizó estudios en Ciencias de la Comunicación dentro de la Universidad de las Américas Puebla, entre el 2003 y el 2009; ha participado en las exposiciones colectivas “The Body” Archive Gallery, Nueva York 2007; “Lo que queda de Olga”, Puebla, México, 2010; “Dee Dee you´re stuck on a star” Portland, Oregon, 2010; realizó la fotografía del álbum solista de Steven Wilson “Insurgentes” 2008; así como la fotografía del álbum “The Incident” de Porcupine Tree, 2008; su trabajo se ha publicado en la Revista Rolling Stone México para el artículo “la visión inglesa de un México surrealista” 2008; realizó la portada de la revista ECLIPSED No. 114, Alemania, 2009; ha colaborado con el blog de la gira mundial de Porcupine Tree, 2010; realizó la portada del libro «Ragazze del Nordest» Italia, Marsilio Editori. 2009; autora de la fotografía fija en el cortometraje “Barro” dirigido por Juan Carlos Reyes. 2009; colaboró en el documental “Insurgentes” Dirigida por Lasse Hoile, 2008 y participó en el cortometraje “Silla eléctrica para moscas” 2010.

En este ensayo entre mezcló las exploraciones de las Edades de Lulú y los deseos de Lolita todo bajo las palabras clave de diversas poesías desmembradas de Mario Benedetti. Lo he dividido en tres etapas las cuales se desgajan en sus diversos subcapítulos mostrándonos las exploraciones de la autora y las ideas-desviaciones que fui entremezclando con los textos mencionados.

CAPÍTULO I

INMÓVIL

Ni me contestó, ni me hizo caso, sólo permaneció suavemente inmóvil sobre la pequeña sonámbula inmovilizada después de haber bordeando todos sus abismos. Al recobrar su posición anterior, su respiración era débil y tenía el ritmo del sueño frío como el de las piedras, sólo en ese momento paré y escuché el ruido de una cerradura vieja,

¡Podría ser él!

Pero también podía ser cualquier otra persona con ondulante calor

Al escuchar pasos me tapé la cabeza con la sábana y procuré permanecer inmóvil, escogí una posición estratégica como la de un periódico obeso con una gran decepción y un olor tórrido a labios secos.

Yo no quería esos besos de él, así que le puse la mano en la entrepierna y seguí inmóvil solamente mirándolo por el retrovisor, nunca había experimentado tal agonía.

Mi deseo todas las noches me ciega y me enloquece gracias a su naturaleza ambigua, a su vulgaridad descarada, a su olor a sudor con margaritas estrujadas, como la exquisita ternura de la mugre dentro de la muerte.

EVITARLO

Detesto comportarme arbitrariamente como las señales de las lápidas, pero no puedo evitarlo al momento en que me brillan los ojos hipnóticos del recuerdo de los deseos, solo así cumpliré con el propósito de tu crimen, solo así mantendré tu misterio absoluto y deslizaré mi mano debajo tu pelo, me dolerá, pero no puedo hacer nada por evitarlo, me gusta, es como pasar dos o tres horas en un camino sinuoso, es como los golpes en la cabeza que esfuman telefónicamente.

Media hora antes me decías temblando y exaltando

¿Cuándo sucederá?

Yo solamente acerté responder

Sólo hace falta un par de horas para borrarlo

¿Pero qué importa eso ahora?

No soy más que una registradora muy inconsciente de los deseos que hay que evitar, por lo que nunca lloro en lugares públicos que se entrometen con las mandíbulas de bulldog o con sus ojos negros y sus  anteojos de espesa armazón.

Más tarde bajo otra lluvia imprevista desenrolló un gran diagrama que había hecho del accidente, esto sólo para poder evitarlo y con ello lograr eliminar a su mujer, llenándola de toda clase de flechas y líneas punteadas de diversas tintas y diferentes colores, para finalmente tropezar ineludiblemente con la única línea roja y sinuosa.

SALVAR

No

La respuesta quedó ahogada mientras ambos nadábamos lentamente por el ruido del timbre de la puerta de la orilla opuesta, solo a unos mil pasos de la triste diversión que nos deparaba bajo la orilla de color rojo oscuro.

El lugar era perfecto para un súbito crimen de ochenta años de edad, y era lo suficientemente cerca como para presenciar un accidente, pero bastantemente lejos como para no observar el crimen enloquecido que se agita pidiendo a gritos la mediocridad bajo sus pálidos labios, tras tomar varias bocanadas de mi aliento y atraparme por el tobillo, sumergiéndonos con los cadáveres cautivos, con los ojos abiertos de agua, como un terrible ballet silencioso hundiéndose en la penumbra, como un telón que cae para siempre, como los títeres que se desgajan.

CAPITULO II

SOLEDAD

Habló y habló en solitario con la temblorosa hija de un pasajero ahogado, esforzándose por retener cada una de sus palabras, haciendo todo lo posible por ser correcto, pero en un momento se atrevió a interrumpirle con su pureza y su vulnerabilidad, mientras ella hablaba del amor y de la muerte de la ideología, que bajo ninguna circunstancia podría haber perturbado la inocencia de su sexo, que tenia la edad del placer, del dolor, de la soledad, de los ojos turbios, de los labios brillantes después de haber estado diez años encarcelados en mi cabeza.

¡Querida, este es sólo un juego!

Ella me pedía constantemente que abriera los ojos para poder mirar  mis aventuras imaginarias, y así mantener la boca entreabierta, su pezones erguidos y su vientre temblando como una hoja de higuera, mientras mi sexo comenzaba a hincharse alrededor del estudioso que se mantenía quieto, que me obligaba otra vez a cerrar los ojos y sólo entonces volvía a escuchar su voz entrecortada.

¡Mírame!

Podría enumerar una larga serie de diminutas aventuras unilaterales, hasta que abrí los ojos y todo volvió a ser húmedo, a ser fluido, mi sexo respondía, se abría y se cerraba, desasiéndose, desasiéndome mientras yo dejaba caer los párpados inconscientes.

Llegué al destino a las dos y media, ya no tenía once años y mi padre se negó a intervenir, se negó a dialogar con ese muchacho de camisa verde y pelo rojo que solo arrojaba herraduras en la melancolía de los ruegos de mi madre, la cual era una mujer desaliñada y gastada de pelo color soledad.

TEMBLOR

He reservado para el desenlace a un hombre, un hombre grande y musculoso, un hombre hermoso que se encuentra hincado a cuatro patas sobre una mesa, con el culo erguido, los muslos separados, él solo espera escuchar el relato de nuestra cita infructuosa e indefensa, donde nos vería encogido como un perro abandonado, como un animalillo suplicante y dispuesto a agradar a cualquier precio bajo las mimosas nerviosas y esbeltas que se escondían en el rostro.

Pero seamos decorosos y civilizados, a los dos nos iba a costar muy cara la dosis con las niñas ordinarias aquella noche, así que se levantaron lentamente con la inocencia de una criatura que lleva su cuello dentro de un rígido collar de perro.

Se detuvo poco tiempo en mis nalgas, como un pasajero ahogado, con las uñas clavadas en mi escote y lo desplazo bruscamente hacia abajo, abriendo las heridas largas, estremeciéndose en todas las posibilidades, volviéndome contra la pared y dando comienzo a una nueva faceta en la noche cálida, húmeda y desesperada.

¿Experimenté sólo la amargura y la repulsión del indefenso?

SOMBRAS

Tenía miedo, miedo de no ser capaz de reaccionar, de no saber detenerme a tiempo, ante las largas sombras de esta historia dolorosa y sórdida, que a ratos se sentía inútil ante  la frontera que jugaba entre la fantasía y la realidad amenazada, la cual llegaba hasta las aulas de un colegio que jamás había creído en un niño nacido muerto dentro de un mundo sucio y ajeno. Yo nunca tuve muy clara la frontera entre la luz y las sombras ya que  asistía a una escuela diurna e inglesa, donde siempre se mezclaba una cosa con la otra, en particular  los actos sexuales que había vivido antes de que cumpliera trece años, los que goce con la serena placidez de la vida cotidiana, sin nadie con quien consolarme y sin nadie a quien consultar.

PAREDES

No recordaba los espejos, sin embargo las paredes estaban forradas de ellos, y ese era el motivo principal por el cual yo disfrutaba como se miraban, como se representaban sin razones especiales, sin confiar, sin hablarse, pero siempre en el centro aparecía yo, yo con mi espantoso jersey marrón y falda tableada, yo de frente, yo de espaldas, de perfil, de escorzo, concentrada y abstraída, para así advertir o recelar nada que pudiera provocar una pregunta desembozada y una respuesta no menos desembozada de espejos escritos por ingleses, en un cuarto pequeño y completamente ciego, donde deambulaban con un curioso ritmo de elefante y un par de piernas fenomenalmente rechonchas, de aspecto mullido, tapizadas de un terciopelo azul eléctrico, mientras que su cuerpo iba afinándose en forma trapezoidal, hacia un par de hombros estrechos, que no estaban exactamente al mismo nivel, como una pera que tenía a un lado pelos lacios y al otro unas pocas cerdas pegoteadas alrededor de la mesa fofa, melancólica y de cara carnosa completamente vacía. Así en ese momento registré a conciencia todos los bombones rellenos de licor, pero en ninguno había una silla en un sótano con dagas y pistolas para mirar a los vecinos.

CAPITULO III

TÁCTICA

Ahora verás, permíteme explicarme

¿Había crecido con sus insinuaciones?

He pensado a menudo en sus últimos días y no he sido capaz de elaborar un plan definido para preservar su pureza, lo había puesto todo muy fácil, actuando sólo en el secreto de la noche, bajo el cual le gustaban las niñas sucias, anestesiadas y yo le demostraría como podía ser sucia, muy sucia, abandonando esa pureza, al fin abandonándola completamente, descartándola absolutamente, solo así me di ánimos, quedando solamente con una preocupación

¿Mi actuación resultara levemente histérica o ligeramente turbada?

Recuerdo ese maldito campamento de palabras estereotipadas, todo para ser una “niña normal” que resultara finalmente poco conveniente. Lo esencial es que el antiguo vínculo entre el mundo adulto y el mundo infantil ha sido escindido en nuestros días por nuevas costumbres y nuevas leyes de un niño deficiente, de un nuevo rico que le monta un escándalo al camarero de quince años, ha sido remplazado con sus prácticas fascinantes sabor a pan integral, con aroma a una pareja de gordos bien vestidos que dan limosnas por las pequeñas bellezas que pueden recoger al azar y siempre terminan produciendo un terrible pudor, ese otro pudor, no el pudor convencional, el cual no sé por qué no lo he tenido nunca.

HABLAR

Después un instante comenzaron a besarse de una manera salvaje, urgente, insólita y se enamoraron simultáneamente, de una manera frenética, impúdica, agonizante como una película pornográfica y desesperada, la cual ya habían visto en un arrebato de mutua posesión e intercambio de gestos y gruñidos. Sólo se habrían saciado si cada uno se hubiera embebido realmente de cada partícula antes de hablarse e intercambiar deseos de tanto en tanto, como si en realidad se conocieran quedando incapaces de encontrar al beso que sorprende pero cesa bruscamente.

Salude al caballero en la oscuridad, cuando todavía podía hablar, sobre almohadones amontonados en el suelo, me reí ruidosamente con el boxeador que había caído y no comprendía nada, pero suponía que deseaba chuparlos o morderlos, así que prendí la luz para disipar el sueño que viaja en un automóvil rojo, y leí el pronóstico que anunciaba un fin de semana con sol, pero no le hice caso  urdiendo un plan final y así aprovecharme metiendo mi cara en su surco, restregándome sobre su piel hedionda, la cual tenía un antecedente indudable ya que no se movía sobre mí, solo se apretaba contra mi carne, escondiéndose en ella como si estuviera ciego y manco durante un domingo después de la iglesia, sin un tacto engañoso y delicioso el cual solo odia a mi amada porque es gentil conmigo y con su leve sombra de voz.

RECUERDO

Objetivamente, no extraje ningún placer de aquella actividad y sin embargo estaba cada vez más excitada, casi como una ensalada la cual palpitaba sobre mi minoría de edad francesa y austríaca, siendo esta muy corriente, pero siempre ubicándose lejos para no molestar a una persona suave que se desmaya dentro del agua de las venas del jardín, mientras todos les espiaban casi durante treinta años de recuerdos, de los veranos de mi infancia, con la nieta de los párrocos, con la que nos metíamos mano en el columpio y nos íbamos muriendo por causa de un absurdo accidente con las palabras de mi madre la cual se encontraba hablando con sus amigas en una sedosa tibieza y en unos dorados moscardones.

No recuerdo nada cuando asistía a una escuela diurna, ni a mi madre que siempre había querido vivir en una casa y solamente hoy recuerdo sus rasgos con nitidez, así como a la enorme estancia de mármol de color neutro que a mí no me gustaba, pero siempre la recordé con los ojos abiertos y descarnados, siempre vestida con un mono azul de pelo castaño y cortó, de pestañas largas, de brazos delgados, los cuales solo me llevaban a la penitencia que mamá, la cual solo nos evocaba la oscura intimidad de los párpados.

PROFUNDA

Su voz se hizo más profunda con todas las características de los estudiosos que suscitan reacciones perturbadoras.

¿Y no te tocó?

Sólo escuché una voz profunda y sonora, mientras él escondía su cara en mi cuello, con su forzada sonrisa, respiraba profundamente y saboreaba a una nueva clase de helado con sabor a silencio.

Eran conmovedores, conmovedores absolutamente, por encima de cualquier otra cosa, conmovedores más que hermosos, conmovedora su carne, de tacto admirable y con su fe absoluta en las drogas patentadas, que encubrían su ignorancia y su indiferencia hacia la ciencia médica, la cual conquistada milímetro a milímetro con su sudor, prolongando su adolescencia más allá de los veinte años, mas allá de la noche de enormes sexos enhiestos, los cuales yo no había tomado con toda su cruel decisión y ellos solo se masajeaban, solo se besaban, solo se miraban, como para hacer dormir a dos personas tan profundamente que ningún sonido o roce las pudiera despertar aun palpándose los músculos, aun frotándose los brazos, todo aquello solo logro derrumbarme durante cuatro largas horas que parecían tan jóvenes y eran tan hermosas que cuando les dije ya no eran un rival digno para mis insomnios.

Ella sólo se reía a carcajadas casi conmovedoras, fascinándose y burlándose de los doctores paralelos a aquella chica, que repetía:

¡Me hago pis!

Y ellos solo la miraban, mientras yo me metí las píldoras en el bolsillo encogiéndome significativamente de hombros y pensé

-se aburren, pobrecitos-

 Ellos solo se entretenían de la única manera que conocían, ya que no tienen la suficiente perspicacia para enterarse de mi pasado.

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