¿Existe la masculinidad? Sobre un dispositivo de saber/poder.

Por  Rodrigo Parrini Roses*

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¿Tienen los estudios de masculinidad un objeto de estudio específico? Aunque el enunciado de la pregunta distinga, a primera vista, un objeto particular ―la masculinidad―, la respuesta no es tan clara ni inmediata. ¿Es el objeto de estudio del feminismo, en su vertiente académica, la ‘femineidad’? Casi cualquier feminista diría que no, aunque aquélla sería una dimensión a considerarse. ¿Cuál es el objeto de los estudios de género? Decir que la feminidad y/o la masculinidad constituiría una respuesta parcial; más bien, se diría que el género mismo es su objeto de estudio.

Entonces, ¿por qué se delimita un objeto como la masculinidad para un campo de estudio?, ¿tiene esto consecuencias políticas y teóricas relevantes? Sí las tiene y de diverso tipo. Nos abocamos a ellas para defender una hipótesis: los estudios de masculinidad representan teóricamente, y políticamente, un espacio atrasado, y en muchos sentidos reaccionario, con respecto a los estudios de género, el feminismo y las teorías queer. Y esto se relaciona, de manera central, con la definición de su objeto de estudio. ¿Qué significa estudiar la masculinidad?, ¿dónde se encuentra ese talismán misterioso, un tanto nostálgico, y bastante apolillado, que algunos buscan afanosamente? La respuesta clásica ha sido: estudiar la masculinidad es investigar a los hombres. Nada muy sorprendente, por lo que se puede ver. Hombres y masculinidad. ¿Pero, por ejemplo, el feminismo estudia a las mujeres y la feminidad? En alguna medida sí, en otra no. Buena parte de la producción feminista más relevante estudia un sistema de relaciones sociales, políticas, simbólicas, culturales, subjetivas y corporales que redunda en ciertos efectos políticos: la subordinación de las mujeres, su opresión, la violencia, la desigualdad, entre otros.

De los estudios de género se puede decir lo mismo: estudian una configuración socio cultural determinada, con efectos muy diversos a la vez que precisos, que se ancla en la diferencia sexual (sea simbolizándola, sea creándola). Pero, no obstante, los estudios de masculinidad insisten en abocarse a esta caja de sastre: la masculinidad misma, sus glorias y sus miserias. ¿Cuál es la importancia de señalar esto? Mientras el feminismo y los estudios de género atienden a un sistema de relaciones, múltiple y polimorfo, los estudios de masculinidad se preocupan de una categoría, de un elemento discreto. Hablamos de efectos políticos: primero, reproducir el binarismo que ha sido consistentemente atacado por las teorías feministas y, ahora último, las queer. Segundo, sostener una división ingenua, masculinidad/feminidad, que no asume los devastadores cuestionamientos que ha sufrido el concepto de identidad, la complejización del estudio de la subjetividad y la centralidad que ha adquirido la dilucidación de las relaciones de poder que conforman cualquier objeto que se relacione sea con el sexo, con el género, o con ambos. Peor aún si consideramos que cada vez que se estudia la masculinidad se corre a investigar a los hombres. ¿Cuál sería la noción inmensamente ingenua que sostiene esta ecuación y esta operación de saber y de poder? Veamos, la distancia con respecto al sentido común, y por lo tanto con las ideologías hegemónicas, es apenas perceptible. Cualquiera, en la calle, diría que la masculinidad es ‘cosa’ de hombres.

Asimismo, si existe ese continente perdido que algunos quieren estudiar, entonces tampoco se ha desembrozado el vínculo que ata de manera obligatoria, pero no menos ideológica, masculinidad con heterosexualidad. Identidad con deseo. Se podría refutar esto diciendo: bien, pero también se estudia a los hombres gays. Diríamos, no obstante, las operaciones epistemológicas y políticas son semejantes. Permanecemos anclados en lo que Foucault denominó ‘sexo verdadero’, que también podríamos denominar ‘género verdadero’. Una verdad y una discreción: la masculinidad (de) los hombres.

Pero: ¿dirá usted que la masculinidad no existe, que no tiene efectos, que muchos hombres sufren por ella y que otros tanto golpean a sus esposas asidos a sus definiciones? Existe, responderíamos, pero como la creación de un sistema performativo, que vincula cuerpo con identidad, que sutura ideología y subjetividad, que obliga un deseo, que reproduce distinciones, separaciones y divisiones. Un sistema de poder, un sistema semiótico, un sistema político.

Exista o no, lo relevante es que la forma de disipar y trastocar el dispositivo de saber/poder que la permite es atendiendo, no sólo académicamente sino que también políticamente, al sistema que la sostiene, a las formas en las que se constituye, a la trama que la reproduce. En sí, como objeto, como contenido, importa poco. Como argucia, como estrategia, como ortopedia, importa mucho.

Algunas lecturas recomendadas

Butler, Judith (2002) Cuerpos que Importan. Sobre los límites materiales y discursivos del ‘sexo’. Paidós, Buenos Aires. Traducción Alciria Bixio.

—————–(2001) El Género en Disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. Programa Universitario de Estudios de Género/UNAM, México. Traducción Mónica Mansour y Laura Manríquez.

De Lauretis, Teresa (1991) “Estudios Feministas/Estudios críticos: problemas, conceptos y contextos”. En: El Género en Perspectiva: de la dominación universal a la representación múltiple. Carmen Ramos Escandón comp. UAM—Iztapalapa, México, pp. 165—193

———–(1991b) “Tecnologías del Género”. En: El Género en Perspectiva: de la dominación universal a la representación múltiple. Carmen Ramos Escandón comp. UAM—Iztapalapa, México, pp. 231—278.

Rubin, Gayle (1996) “El Tráfico de Mujeres: notas sobre la ‘economía política’ del sexo”. En: El Género: la construcción cultural de la diferencia sexual, Marta Lamas (comp.). Programa Universitario de Estudios de Género, UNAM, México, pp. 35—96.


* Licenciado en psicología por la Universidad de Chile, con estudios de antropología en España y Maestro en Estudios de Género por El Colegio de México. Especialista en temas de masculinidad, sexualidad y subjetividad. Actualmente es investigador del Centro Nacional de Control y Prevención del VIH/SIDA y coordinador del seminario ‘Subjetivación, corporalidad y producción cultural’ en el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM. Su libro Panópticos y Laberintos: subjetiviación, deseo y corporalidad en una cárcel de hombres será publicado pronto por El Colegio de México.