MACBA, 6 de junio de 2003.
Maratón pos porno http://www.hartza.com/posporno.htm
A la memoria de las mujeres que han sido asesinadas por sus maridos, los verdaderos sádicos.
- Algunas precisiones en torno al S/M
Cuando se habla de sadomasoquismo enseguida se lo vincula a dos tipos de imágenes: una referente a la violencia y al asesinato, y otra relacionada con la enfermedad mental, la patología, o lo anormal. Podemos llamar sádicos a un gobierno que se dedica a bombardear población civil en Irak, o a un policía que tortura a un inmigrante en una comisaría, o a un marido que asesina a su mujer a puñaladas, pero esas conductas no tienen nada que ver con lo que vamos a hablar aquí. Ni siquiera tiene que ver con esa categoría emanada del discurso clínico de finales del XIX para catalogar las conductas y tendencias sexuales, donde se acuña propiamente el concepto de “sadomasoquismo”. Esta tradición describe e interpreta el sadomasoquismo como una patología, una enfermedad, e intenta explicarla a partir de traumas psicológicos y sociales.
De lo que vamos a hablar aquí es de otra cosa diferente, vamos a hablar de una subcultura gay que aparece a mediados del siglo XX con unos códigos propios, que produce unos usos diferentes del cuerpo, una experimentación con el dolor basada en un contrato de mutuo respeto y consentimiento, y que genera determinados vínculos sociales y culturales. Por eso, a esta subcultura la vamos a denominar S/M, en vez de sadomasoquista, para marcar esta diferencia de los contextos señalados anteriormente. Dicho de otro modo, el S/M no es sadomasoquismo.
El S/M supone un desafío a los sistemas de producción de sexualidad, dado que propone un desplazamiento radical: se abandona lo genital como lugar esencial o principal de la sexualidad, y ésta se ve desplazada a todo el cuerpo como lugar posible de experimentación de placer. Como veremos, la pornografía es también una tecnología del sexo, una forma de recortar el cuerpo y de señalar el sexo. El S/M plantea nuevas prácticas donde se utilizan otras partes del cuerpo, desterritorializa el imperio de lo genital como sexual, como señala Foucault en una de sus últimas entrevistas:
Verdaderamente, de lo que nos interesa hablar más es de las innovaciones que llevan consigo estas prácticas. Consideramos la subcultura sadomasoquista, por usar una locución cara a nuestra amiga Gayle Rubin. No creo en absoluto que esa multiplicación de prácticas sexuales guarde ninguna relación con la actualización o la revelación de tendencias sadomasoquistas escondidas en el profundo de nuestro inconsciente. El sadomasoquismo es mucho más; es la creación efectiva de nuevas e imprevistas posibilidades de placer. La creencia de que el sadomasoquismo guarda relación con una violencia latente, que su práctica es un medio para liberar esa violencia, de dar rienda suelta a la agresividad es un punto menos que estúpida. Es bien sabido que no hay ninguna agresividad en las prácticas de los amantes sadomasoquistas; inventan nuevas posibilidades de placer haciendo uso de ciertas partes inusitadas del cuerpo, erotizándolo. Se trata de una suerte de creación, de proyecto creativo, una de cuyas notas destacadas es lo que me permito denominar desexualización del placer. La creencia de que el placer físico procede simplemente del placer sexual y de que el placer sexual es la base de cualquier posible placer es de todo punto falsa. Las prácticas sadomasoquistas lo que prueban es que podemos procurarnos placer a partir de objetos extraños, haciendo uso de partes inusitadas de nuestro cuerpo, en circunstancias nada habituales, etc.
2. El fist fucking.
Más en concreto, hoy vamos a referirnos a una práctica que surge en el seno de las comunidades S/M gays: el fist fucking, o penetración anal con el puño (fist). No es evidente que se trate de una práctica S/M, en el sentido de que no es una práctica que experimente con el dolor, y de hecho no todos los que practican S/M practican fist, ni todos los que practican fist son S/M.
Pero sí hay que reconocer un vínculo cultural en los espacios en los que aparece, espacios creados por la comunidad S/M. Gayle Rubin hace una descripción fascinante de estos espacios en su artículo “The Catacombs”, dedicado a un club S/M de San Francisco donde en los años 70 florecieron las prácticas de fist.
El fist hace referencia a dos espacios perseguidos, reprimidos, condenados como abyectos: el ano y la mano. El sexo genital no se reprime, se fomenta en imágenes, discursos, programas. Hasta los sexólogos recomiendan hoy en día la masturbación como algo saludable. Porque el sexo genital refuerza la diferencia sexual y la asignación de roles y género: hombre penetrador, mujer penetrada, coherencia o destino de la cópula coño-pene, etc. El fist va a recuperar esos dos espacios proscritos, el trabajo del culo y la mano-brazo como objetos y sujetos de placer. Beatriz Preciado, en su magnífico ensayo Manifiesto contra sexual, ha realizado una rigurosa genealogía del dildo para mostrar que éste no procede de una imitación o referencia al pene, sino a la mano. El dildo procede de las técnicas y máquinas diseñadas para reprimir la mano masturbadora. Por eso podemos decir que el fist es una especie de reconquista de un terreno prohibido: solo el médico podía usar la mano “ahí”, en el ano y en el recto, para las exploraciones. En el caso de los hombres era una exploración vergonzante y privada, justificada para detectar enfermedades de la próstata. Los fist se apropian de ese espacio privado y “del especialista” y le dan un sentido diferente: de comunidad, de aprendizaje, de placer, de autonomía. Se abandona el centro en los genitales y la dinámica obligatoria erección-eyaculación. Es curioso observar que este abandono del pene aparece precisamente en un entorno gay, cuando precisamente a los gays se nos identifica siempre como adoradores del falo. (También existen prácticas S/M y de fist entre lesbianas, y entre heterosexuales, pero no entraremos aquí en la genealogía de estas prácticas, que son diferentes).
Nos interesa señalar aquí el carácter periférico o marginal del S/M y del fist en particular. Incluso dentro de la comunidad gay, hay una opinión generalizada contra el S/M como algo raro, peligroso, enfermizo, perverso, oscuro, violento. Es curioso que un grupo estigmatizado como “anormal” y enfermo, como los gays, genere a su vez un estigma dentro de su propia comunidad. Por otra parte, esas valoraciones tienen más que ver con la fantasía que con la realidad. Los clubs de S/M no son violentos ni peligrosos, todo lo contrario. Los encuentros y las prácticas se negocian con unos rituales claros y un respeto exquisito, y el aprendizaje y la enseñanza entre los participantes es algo tradicional en estos espacios. Las técnicas S/M exigen un conocimiento y una preparación previos, para evitar situaciones de peligro físico o la transmisión de enfermedades (por ejemplo, la comunidad S/M fue de las primeras en reaccionar a la pandemia del sida con campañas de prevención mucho mejores que las gubernamentales). El uso apropiado de látigos, jeringuillas, corrientes eléctricas, cuerdas, cuchillas, etc., precisa un conocimiento técnico, y sólo lo realizan personas experimentadas. También es fundamental respetar las indicaciones de la persona que es objeto de esas manipulaciones. En contra de lo que puede parecer, quien realmente manda es quien está en esta posición (nueva subversión del tópico amo/esclavo).
Lo que sí realiza el S/M es una representación de las situaciones o las atmósferas oscuras o peligrosas, crea un ambiente basado en ese imaginario: fábricas abandonadas, puertos, callejones oscuros, estéticas industriales, de dureza o de riesgo. Pero se trata, precisamente, de una representación. Más adelante veremos que estos códigos se trasladan al cine porno S/M, y las implicaciones que ello tiene como representación paródica de la masculinidad.
3. Cine y pornografía
Es importante recordar que la pornografía es una “categoría de pensamiento, de representación y de regulación”, como observa Lyn Hunt. La pornografía nace con la modernidad, es entre 1830-1840 cuando se la identifica como escritos e imágenes obscenas. La pornografía no escapa al régimen disciplinario de producción de sexualidades que señala Foucault. La pornografía logra objetivar el sexo, principalmente el masculino, ya que está producida hacia un consumo masculino, teniendo en cuenta una mirada masculina, básicamente heterocentrada, y los genitales masculinos como centro de la narración.
En el cine porno tradicional, el pene es el centro de atención de los planos y de la sintaxis. El montaje está pensado en función del pene: si éste está fláccido, se elimina. El pene es además quien conquista los espacios: la boca, la vagina, el ano. Incluso en las películas donde hay sexo entre dos mujeres, se suele introducir un hombre al final de la secuencia, como el ángel reparador que viene a solucionar un sexo “de mentira”, donde falta algo. La lógica del código porno estándar exige además la filmación de la corrida. La eyaculación es la esencia del cine porno.
Por eso algunas ensayistas queer, como Marie-Hélène Bourcier, han puesto de relieve la función del porno tradicional: renaturalizar la diferencia sexual, fijar las identidades de genero y las prácticas sexuales. Porque el porno es también una escuela, una enseñanza, de cómo se folla, con quién, con qué, para qué. El porno recorta el cuerpo, define las relaciones entre los cuerpos, inventa la sexualidad.
Algunas mujeres, como Candida Royalle comienzan a experimentar en los años 80 realizando películas porno donde no hay eyaculación; este tipo de cine forma parte de lo que llamamos posporno feminista, del que se hablará extensamente en este maratón.
El uso de un espacio abyecto como lo anal esta permitido en el cine porno, pero sólo si es penetrado por un pene. Como veremos, el fist hace otra cosa.
Veremos a continuación un fragmento de la película “Seamen”, donde se muestra una escena de fist. Por razones de tiempo no proyectamos más fragmentos, pero es importante señalar que dentro del cine porno gay S/M hay un subgénero de películas donde toda la filmación es de escenas de fist.
[Proyección de la película “Seamen. Fallen Angel IV”, de Bruce Cam, producido por Titanmedia: 5 minutos (00:56’ a 01:01’) ]
4. Análisis: un porno gay sin genitales. Un género sin género.
Como hemos señalado, el código porno gay tradicional está saturado por el circuito erección-penetración-eyaculación , donde el eje narrativo es el pene.
En la película que hemos visto no aparece ninguna erección, es más, no aparecen órganos genitales. El interés se desplaza hacia otras partes del cuerpo:
– la mano y el brazo, que es enguantado ceremoniosamente con un largo guante de látex negro que nos recuerda al de Rita Hayworth (pero a diferencia de Rita en Gilda, aquí lo erótico viene en el proceso de ponerse el guante, no en quitárselo). Vemos aquí otro ejemplo de apropiación y resignificación: del uso inicial del guante en fist por la necesidad de protegerse de la trasmisión del sida, se pasa a una estilización erótica del propio guante. El brazo penetra en el recto, da placer, pero a su vez él también recibe placer. Y el guante del XVII, diseñado para evitar la masturbación, se ha transformado en un guante que produce placer.
– el potro de tortura, donde uno de los personajes se encuentra atado; las cuerdas; la posición de sumisión y disponibilidad es explotada en la película;
– el proceso de lubricar el guante;
– el rostro, que es enfocado en ocasiones expresando placer; esto sí es común al cine porno tradicional; de hecho, probablemente la zona más íntima y privada al practicar el sexo sea el rostro y la mirada. Podríamos proponer el siguiente experimento: yendo desnudo por la calle ¿uno se sentiría más seguro tapándose los genitales o la cara? En el acto sexual, lo que más expresa sea quizá el rostro, y esto es captado por el cine porno.
– el ano como lugar de exploración, de placer y de trabajo; el ano y el recto, lugares tradicionalmente excluidos del placer, son reivindicados de una forma diferente: no como lugar de recepción del pene (órgano que le daba valor de uso dentro del porno), sino como lugar activo, de producción de placer y de apertura del cuerpo.
Esta reflexión sobre el fist nos lleva de nuevo a los análisis de Beatriz Preciado (que está hoy con nosotros, y a quien desde aquí doy las gracias por haber montado este maratón tan fascinante y por haberme invitado a participar en él):
Para entender como se ha constituido la relación entre el espacio del cuerpo y la noción del sujeto en la cultura occidental, Beatriz Preciado[1] propone una genealogía del dildo analizando tanto su evolución formal como su presencia en distintas prácticas (médicas y sexuales) y periodos históricos. En este sentido, la autora de Manifiesto contrasexual considera que hay tres tipos de tecnologías (con sus correspondientes instrumentos) que han dado forma y función al dildo contemporáneo y que a su vez son claves para entender la definición del género y del cuerpo como «incorporación protésica»:
1. Tecnologías de represión de la sexualidad. El primer antecedente del dildo estaría, según Preciado, en los métodos y artilugios de represión de la masturbación inspirados en las teorías de un médico suizo del siglo XVII llamado Tissot. Tissot, que hizo un análisis de la sexualidad desde una óptica capitalista, concebía el cuerpo como un circuito cerrado de energía que no debía desaprovecharse en tareas ajenas al trabajo productivo y reproductivo. A partir de esta noción del cuerpo como capital, Tissot identificaba un órgano sexual que podía irrumpir en el circuito cerrado de la energía corporal y provocar un gasto superfluo: la mano. Para evitar esos cortocircuitos diseño una serie de objetos (guantes, hebillas, manoplas,…) que limitaban el movimiento de las manos.
Las teorías de Tissot reflejan y potencian el cambio en la manera de pensar y vivir la sexualidad que se produjo en Europa durante el siglo XVII. «Hasta entonces, recuerda Preciado, la sexualidad era un acto social, con sus tiempos y rituales específicos, pero desde la consolidación de la concepción del sexo como capital comenzó a influir en todos los aspectos y momentos de la vida de los individuos, a ser parte consustancial del sujeto de la modernidad».
Los objetos concebidos por Tissot a la vez que trataban de regular (dirigir y reprimir) la utilización de los órganos sexuales también demarcaban (y, por tanto, destacaban) el espacio del cuerpo donde se genera placer. Por ello, no es extraño que estas técnicas de represión hayan terminado transformándose en tecnologías que producen identidad sexual y generan placer. De este modo, prácticas contemporáneas de transformación y manipulación del cuerpo como el piercing se asemejan a algunas de las técnicas que se utilizaron en los siglos XVII y XVIII para impedir la masturbación. Lo mismo ocurre, como hemos señalado, con el fist fucking, que interviene sobre la represión del ano (espacio sólo autorizado al médico) y recupera el propio guante de látex que utilizaba el médico: ambos, ano y guante, son transformados en objetos de placer. Y al mismo tiempo, se pasa de concebir el cuerpo como un espacio cerrado, a mostrarlo como un espacio totalmente abierto: la exhibición del ano y del recto que realizan la práctica y el cine fist supone invertir totalmente esa visión del cuerpo clausurado. Por último, la mano, que ya entonces era concebida por Tissot como fuente de placer, es potenciada radicalmente por el fist hasta el punto de abandonar el interés por los órganos genitales. Como vemos, el fist anuda precisamente los dos lugares tradicionales de represión: abre el ano, y por tanto el cuerpo, y recupera la mano, que interviene para introducirse y manipular ese circuito abierto que es ahora el cuerpo.
2. Tecnologías de producción de las crisis histéricas. Desde el punto de vista de la psicología del siglo XIX, el orgasmo femenino se consideraba una crisis histérica que debía ser analizada, vigilada y controlada por especialistas médicos (masculinos). Así, primero se crearon unos «vibradores» hospitalarios que permitían producir (bajo supervisión médica) estas crisis y después se desarrollaron otros aparatos con la misma función pero que ya estaban concebidos para su uso en el ámbito doméstico (a los que Beatriz Preciado denomina «máquinas butler»). A su vez, para luchar contra la impotencia en los hombres, la medicina de la época utilizaba artilugios similares que se «administraban» a través del ano. Vemos aquí el monopolio que tiene el médico del espacio anal, monopolio que será destruido por el fist.
3. Tecnologías de las manos protésicas. Desde la I Guerra Mundial, las técnicas de construcción de prótesis que cumplieran y perfeccionaran la función de las manos (y de otras partes del cuerpo, como las piernas) han desempeñado un papel fundamental en la constitución de la identidad masculina. Según Beatriz Preciado hay una relación directa entre masculinidad y guerra que está muy vinculada a esta noción de construcción protésica. En este sentido se explica el hecho de que los soldados, meras herramientas de una arrolladora máquina de guerra, estén «suplementados» por una serie de accesorios (prótesis), como muestran de forma muy ilustrativa las imágenes del ejército estadounidense y británico en su reciente ataque a Irak.
«Hay que tener en cuenta, precisa Beatriz Preciado, que tras la I Guerra Mundial numerosos soldados regresaron a sus casas con algún miembro amputado, en muchos casos, la(s) mano(s) (que es, desde el punto de vista de la antropología, el órgano masculino por excelencia, ya que permite transformar la naturaleza a través de los instrumentos)». Desde el convencimiento de que existía una correspondencia entre los hombres que habían perdido una mano (inútiles para la economía productiva) y los que se habían quedado sin órganos genitales (inútiles para la economía re-productiva), un médico militar francés llamado Jules Amar diseñó un conjunto de manos protésicas que permitían reincorporar a esos soldados al sistema laboral. «Es decir, subraya Beatriz Preciado, Jules Amar asocia la pérdida de la mano a la pérdida de la masculinidad, estableciendo una correspondencia entre mano y pene».
Esta reflexión de Jules Amar es muy clarificadora para entender la nueva resignificación de la sexualidad y de la mano que realiza el fist. Sería equivocado interpretar el fist como una práctica donde la mano sustituye al pene, como si éste fuera el original, el legítimo depositario de la sexualidad, y la mano un mero sustituto. Precisamente el fist lo que hace es cortocircuitar toda la economía productiva y reproductiva: abandono del uso de los genitales, y potenciación de la mano en un “lugar inútil” (la mano, un órgano no reproductivo, en el culo, otro órgano no reproductivo), la mano en el lugar abyecto por excelencia, el culo. Una mano y un brazo que trabajan en el lugar equivocado, para abrir un cuerpo precisamente en el lugar de la pérdida (el culo sólo produce mierda, que no es útil para el capital). Con el fist, el brazo, productivo en términos de “mano” de obra, es colocado en el lugar más improductivo.
La película muestra lo masculino como vulnerable: es un hombre atado, frágil, a merced, que ofrece su culo… Esto supone una subversión del código masculino-heterocentrado. Por un lado se representa una imagen hipermasculina para después mostrarla en su fragilidad, mostrarla como una imagen de pasividad, como un espacio manipulable. Cualquier intento de construir una identidad estable y poderosa de la masculinidad queda en evidencia por medio de este discurso. En los códigos tradicionales de la masculinidad el puño cerrado es un gesto de amenaza, de violencia. En el fist el puño es resignificado como un objeto de placer, agradable, como un elemento amoroso.
El hecho de que en las películas de fist no haya erección, ni penetración con el pene, ni eyaculación supone un desafío radical al “género” (en el doble sentido, de género cinematográfico y de sistema género/sexo). De hecho cuando aparecen los genitales masculinos en las películas de fist el pene está fláccido (otro tabú del porno) y no merece ningún interés por parte de los actores, ni de la cámara ni del montaje. El fist es una aberración, es lo abyecto del porno.
Además tanto el ano como el puño no están marcados por el género o el sexo, todo el mundo tiene ano y todo el mundo tiene brazo, independientemente de si se es mujer, hombre o intersexual. Y este “independientemente” es importante, porque para los sistemas dominantes la diferencia sexual y la asignación de naturalezas masculinas y femeninas es crucial. Aquí se muestra que esa diferencia no es tan evidente, y que quizá ni siquiera es relevante.
El porno es un género (cinematográfico) que produce género (masculino/femenino). El posporno es un subgénero que desafía el sistema de producción de género y que desterritorializa el cuerpo sexuado (desplaza el interés de los genitales a cualquier parte del cuerpo). Además el fist es reversible, el que mete el puño luego lo puede recibir, y viceversa (el código activo/pasivo también se disuelve).
El fist, como se ve en la película, donde la acción se desarrolla en un barco, ante la mirada de otras personas, también cuestiona la separación entre espacio público y privado. El único lugar donde uno puede jugar con su culo es el váter. Encerrados con la seguridad del pestillo bien echado, todos hemos jugado alguna vez en la ducha a meternos los dedos en el culo. Como mucho, en el espacio también privado del lecho conyugal, algunas parejas osan explorar ese lugar desconocido. Sin embargo, la práctica del fist dentro de la comunidad S/M siempre ha sido una práctica pública, se hace a la vista de las demás personas que están en el club: además varias personas pueden participar del fist, es una especie de acto social que rompe la barrera de “pareja encerrada en un cuarto”. Esto también es una novedad respecto al uso vergonzante del culo, el fist supone una especie de “salida del armario anal”, una mostración orgullosa del placer que se puede obtener con el fist, y una forma de crear vínculos de solidaridad.
Para concluir, podemos decir que la práctica del fist y cierto tipo de cine porno gay S/M son formas de resistencia a los sistemas de orden sexual, que imponen criterios heterocentrados, que intentan naturalizar la sexualidad y el género, y que regulan los cuerpos y las formas de placer. Esta resistencia hace proliferar otras identidades basadas en nuevos criterios que disuelven o al menos cuestionan los discursos dominantes, incluido el discurso cinematográfico.
Bibliografía:
Lyn Hunt, “Obscenity and the origin of modernity 1500-1800”, en Feminism and pornography, Cornell, D. (dir.) Oxford University Press, p. 356.
Geoffrey Manis, Urban aboriginals; A celebration of leather sexuality, Gay Sunshine Press, San Francisco, 1984, ver cap. 6, “Spiritual Euphoria” pp. 123-142.
Mark Thomson (editor). Leatherfolk, Alyson Books, Los Angeles, 1991: ver “The Catacombs: A temple of the Butthole”, por Gayle Rubin, pp. 119-141.
Pat Califia, “Feminism and sadomasochism”, en Public Sex, the culture of radical sex, Cleis Press, San Francisco, 1994.
Marie-Hélène Bourcier, Queer zones, Balland, París, 2001
Michel Foucault, Historia de la sexualidad, vol. I, Siglo XXI, Madrid, 1978.
Beatriz Preciado, Manifiesto contra sexual, Opera Prima, Madrid, 2002.
http://www.hartza.com/fuckault.htm “Sexo, poder y gobierno de la identidad”, entrevista a Michel Foucault.
http://www.hartza.com/osos4.htm “Excesos de la masculinidad”, por Javier Sáez
http://www.uia.es/artpen/ezine/ezine03/frame.html Resumen del seminario “Retóricas del género”.
http://madridfist.org/ Grupo fist de Madrid. Información detallada sobre la técnica del fist y eventos.
http://www.eaglespain.com/barcelona/ Fiestas fist en Barcelona.
Fuente: http://www.hartza.com
[1] Para un análisis más completo de este argumento de Preciado, ver en http://www.uia.es/artpen/ezine/ezine03/frame.html el resumen del seminario “Retóricas del género”, celebrado en Sevilla en marzo de 2003.