Las disidentes: Adriana Raggi y Bruno Bresani
Texto presentando en el
1er encuentro latinoamericano de investigadores sobre cuerpos y corporalidades en las culturas
1, 2 y 3 de agosto de 2012
Rosario, Argentina
Creo que cuando se dice violencia machista no se incide tanto en las prácticas de discriminación como en la masculinidad. Como si la masculinidad fuera una violencia en sí misma y que se ejerce contra las mujeres. Se pasa por alto toda una serie de prácticas violentas transversales. Hay violencia dentro de la homosexualidad, de la transexualidad. Creo que el género mismo es la violencia, que las normas de masculinidad y feminidad, tal y como las conocemos, producen violencia.[i]
Beatriz Preciado
Las obsesiones cotidianas son detonadoras de formas destructivas, de formas aprehensivas, interrumpen las comunicaciones, te imponen el “amor”, te acorralan, las violencias verbales y físicas se disparan con preguntas, con cuestionamientos
¿Acaso eres maricón?
¿Estás con otra?
¿Me engañas con tu amigo?
¿Por qué te llama?
Las relaciones cotidianas se distorsionan, las redes sociales nos controlan, se entrometen en nuestras vidas, en nuestras formas de percibir el mundo, el constante sonido del teléfono te aterroriza, tu libertad ha desaparecido, todas absolutamente todas ellas las feministas establecidas y empoderadas en una especie de revancha le permiten y le aplauden aprensarte, acosarte sin dejarte resguardo. Acosar sin género no existe, lo que sí existe es el ser visto dependiendo de tu sexualidad, de tu origen biológico, se te puede destruir impunemente si te apoyas en las nuevas formas de censura establecidas por el eje opresor del feminismo mainstream, quien gritaba por la libertad, por la igualdad ahora te castra e intenta eliminarte, no eres aceptable, si no te subyugas, al momento de pensar y de expresarte ya no eres presentable, la nueva sociedad de control electrónico y libertades sexuales te entierra si acaso no respondes a los deseos impuestos por las nuevas dueñas de la verdad.
Los acosos te desvanecen, te desdibujan, su fin es destruir la estructura personal, sacar al cuerpo de su espacio estable, dislocarlo. La corporalidad y su relación espacial se ven transgredidas a través de esta agresión-invasión, tu cotidianidad se ve destruida por las obsesiones diarias de una persona que acosa a otra, que en su psique intenta comunicarse contigo destruyéndote. Quien acosa asfixia al cuerpo, al entorno y a la vida de sus víctimas. La precepción de la realidad es modifica a través de la presión ejercida por el acto de interrupción de los flujos cotidianos, por la castración de nuestros desplazamientos en el mundo.
¡Tú no eres nada sin mí!
¡Escúchame guapo, soy superior a ti y te destruiré!
¡Te estoy marcando, ya son 50 mensajes y no llegas a la hora que quedamos!
Los hombres son considerados los opresores por excelencia, los maniáticos-controladores, ¿pero qué sucede cuando entra en juego la “seguridad” y el «anonimato» de las redes sociales? El dolor y descontrol de la rabia se magnifican, se vuelven impunes, los sexos ya no importan, el cuerpo físico, la fuerza bruta desaparece, ahora sólo existe la obsesión de eliminar, de imponerse.
Me bloqueaste en Facebook y ahora vas a morir
¿Qué sucede si uno se siente borrado?
Negar la violencia a cualquiera de los sexos es un acto de ceguera absurda que el feminismo mainstream avala y aplaude como una gran revancha. La violencia que las feministas atribuyeron siempre al hombre, a ese ser clasificado por la estructura de pensamiento del feminismo mainstream como un ser de origen violento e incontrolable, cuya sexualidad la clasificaron como «violenta, enfocada en la genitalidad y emocionalmente indiferente»[ii], se diluye al aparecer en la protección del anonimato de las redes sociales, ellas ahora adquieren una dimensión diferente y se empoderan, se imponen como las opresoras. La protección de las redes sociales provoca que la acosadora se introduzca de forma violenta en la vida de la persona acosada, que provoque cambios que son reales, por lo que el cuerpo y el espacio personal se ven trastornados: «La mayoría de las víctimas [de acoso] tienen síntomas del trastorno de estrés postraumático, depresión, ansiedad y experimentan ataques de pánico [… adicionalmente los estudios de muestran que] el 20% de las víctimas aumentaron su ingesta de alcohol y 74% sufren alteraciones del sueño.» [iii]
El acoso protegido por la anonimidad puede tener muchas formas, pero hay siempre en lo anónimo una forma de introducción al espacio personal que es más destructiva:
El acoso tradicional ocurría [directamente], y el [acosado] podía encontrar cierto refugio en su hogar o en otro entorno. Sin embargo, ahora la persecución puede continuar en casa o donde sea, a través del ordenador. Hay otra gran diferencia: el anonimato que a veces facilita la Red. Uno puede crear correos electrónicos o perfiles web falsos y acosar desde ellos a alguien, sin que la víctima de esos ataques sepa de dónde provienen en realidad, desorientándola.[iv]
Una de las formas de acoso que existen en el internet y son utilizados a través de la justificación de que no hay una forma más formal de denuncia es el llamado Web apaleador, que es un «Web creado para hacer ciberbullying [a alguien], metiéndose con él/ella de manera pública y ridiculizándolo/la. A menudo se anima a otros internautas a participar en el abuso.»[v] Y a través de este proceso para animar al otro a participar se crea una cadena criminal que pretende aislar a la víctima, crearle problemas en su vida cotidiana, en su trabajo y con sus amistades. La idea es aislar y corromper corporal y mentalmente a la víctima.
En algún blog que trata temas de arte y cuerpo nos encontramos con esta frase: «Como ‘testigo ocular’, protegido por el anonimato, estaré publicando periódicamente información relacionada con los ejes cuerpo, arte y violencia.»[vi] Esta frase refleja una falta de seriedad, una forma más de continuar con esta bola de nieve en las difamaciones y los ocultamientos que nos da la red, todo ello barnizado de verdad absoluta ubicándose en una sociedad que se basa y que utiliza los sistemas de información como forma de auto-resolución, dando abrigo y protegiendo gracias a el anonimato a muchos acosadores, estas personas que se dicen «testigo ocular» les abren las puertas y parece ser que consideran que la anonimidad los protege, pero los protege ¿de qué o de quién? Eso nunca lo aclaran solo continúan con su linchamiento público desde la comodidad de los sorbos de café de sus cómodas salas.
Un eje del acoso el cual el ciberacosador utiliza a la perfección es el tiempo. La intromisión en el espacio del otro a través de los medios electrónicos es fundamental, pero el tiempo, es donde la huella del acoso permanece. Las marcas, las reminiscencias, los temores de la guerra a ciegas, de esta represión psicológica son muy graves, son devastadoras:
Como los síntomas postraumáticos son tan persistentes y tan variados, pueden ser confundidos con rasgos de la personalidad de la víctima.
Tiempo después de que haya acabado el acoso, muchos afectados, siguen sintiendo que ha muerto una parte de ellos, y algunas víctimas, las más afligidas, desearían estar muertas. La amenaza de aniquilación que define el acoso puede atormentar al superviviente mucho después de que haya pasado el peligro. Las personas traumatizadas se sienten absolutamente abandonadas, y solas, exiliadas del sistema humano de cuidado y protección.
El acontecimiento traumático que significa ser víctima del hostigamiento del entorno ha destruido la creencia de que el individuo puede ser “uno mismo” en relación con los demás.[vii]
¡Ahora si te eliminaremos! ¡Somos anónimas y no nos importas!
El acoso es una forma de violencia que puede acabar con el espacio físico del cuerpo, con su tranquilidad, la persona se siente exiliada del sistema de protección, se siente perdida, aturdida, desequilibrada, su vida queda en un estado de indefensión. Por ello debemos pensar que la violencia no es exclusiva de un género o de un sexo, no es inherente a los hombres, la violencia no solamente la cometen los hombres y el acoso cibernético es el ejemplo más claro de esto, porque ahí, la intromisión en el espacio y el tiempo corporal del otro no se debe a la fuerza física, solo se debe a la obsesión de control del otro.
Y reiteramos la violencia existe en todos los rubros, en todas las formas y en todos los géneros debido a que estamos marcados desde el nacimiento con la imposición de nuestra sexualidad, somos llamados machos, maricones, ojetes, putitos, bolleras, tortilleras, maricas, sapatões[viii], trastornados, gordos, ñangos, apestosos, rosados, zorras, perras, cerdos, y nosotras, las que escribimos esto, y muchos otros más, somos todos ellos y no nos importa lo que nos digan somos orgullosamente putas, jotos, rosados, gordos y apestosos. Después de todo somos nosotras los que lubricamos por todos nuestros orificios.
Y de aquí que el escribir en femenino no me determina como mujer, no por poner nosotros soy un hombre-macho-loco, tú no decides sobre quién puede o debe tocarme, sobre que debo o no decir, tú no decides cómo debo autonombrarme, tú no controlas mis masturbaciones, mis deseos, mis juegos, mis fantasías.
¡Y sí lo deseo!
Me gusta ver lo que tú no puedes ni siquiera concebir, lo que tú bloqueas por tu moralismo-feminista, escurro al verlos así, tan reprimidos-aburridos-tiesos, tan negados, soy violenta, soy violento, soy analítico, soy observadora, nosotras en este texto nos daremos la oportunidad de odiarte, de detestar tu cotidianidad burguesa y la de tu familia perfecta, en este texto te amaré para destruirte, lentamente.
“Mis tacones son más grandes que tu pene”
“Mi clítoris es hermoso”
“Amo a la virgen de las panochas”
“Todos los micrófonos son ofensivos, son como falos que me violan”
¿El falo agrede? ¿Por qué es permitido hablar de vaginas y representar vulvas mientras tanto la imagen del sexo masculino llamado por algunos pene es ofensivo? ¿Qué se esconde detrás de esta moralidad de esta castración de la simbolización de nuestras sexualidades?
Los porcentajes son engañosos, e incentivan dinámicas de encubrimiento, ya no nos importa nada más que las cifras para ganar puestos políticos en la coyuntura de las cuotas de género, así que ya no me importa mi defendida o defendido, lo que busco es ganar para imponerme, ya que las mujeres son víctimas por naturaleza, “seguramente todas ellas fueron obligadas por un sistema patriarcal que las domina”, el feminismo mainstream ha declarado a la mujer como una víctima natural, ha decidido que no hay más que hombres victimarios y mujeres víctimas, parece que no importan más que las estadísticas que demuestran que las mujeres violentas son menos que los hombres violentos, ¿realmente vamos a discutir una cuestión tan arraigada en nuestra sociedad como la violencia desde el punto de vista de las estadísticas? Bajo este concepto podríamos entonces aplicarle la etiqueta de víctima a cualquier mujer, incluso a Margaret Thatcher, que invade y mata sociedades completas, pero no, ¿Cómo es posible? ellas no matan, sólo destruyen tu espacio y tu tiempo corporal, te borran, te desaparecen.
Yo ya me puse un revólver en la cabeza, sentí su frío metal, estaba acorralado y amenazado, acusado, inculpado, aun lo estoy no importa lo que pruebe o demuestre, lo único que interesa es ser de un género determinado, al parecer sólo interesa lo que ellas, las nuevas censoras del bien, dictaminen.
La experiencia del acoso, la gravedad de su violencia, nos ubica en un fenómeno tan común y tan negado, el acoso se ha manifestado en la obra de diferentes artistas que nos muestran la gravedad de como transgrede y elimina al cuerpo.
¿Debemos aplicar la violencia sobre un cuerpo extraño? ¿Sobre el otro que no se espera que la acechemos? la artista mexicana Paulina del Paso, lo cristaliza al llevar a cabo actos donde irrumpe en la vida del otro, lo observa y nos enseña como esto la transforma, desbarata su psique, todo con el fin de buscar amarte, con el deseo de verte. Inicia como algo sencillo pero es un límite muy nebuloso el cual se desdibuja según tu biología. En su corto de tres minutos Buscando a Marte de 2005 llevó a cabo un acto de búsqueda en el que entra en la intimidad del otro intentando ver hasta a donde puede llevar este acto. Es tal vez, un acto de acoso no intencional o es tal vez una exploración personal de ver hasta dónde puede un acto íntimo invadir el espacio, psique del otro y romper las barreras éste, de su víctima.
Pero vayamos a un acoso más directo, como cuando los artistas salen a la calle y realizan un acto de tratar de llevar los cuerpos al límite. A partir de los años 60 y la aparición del arte del cuerpo, los artistas trataron de llevar al límite el acto mismo de imponer su cuerpo en la acción creativa, y por este mismo intento llegaron también a cuestionar los espacios personales, los límites de su cuerpo y del de los demás. Si queremos poner e imponer al cuerpo tenemos que hacerlo limítrofemente.
Un ejemplo claro de esto nos lo da el artista Vito Acconci quien siempre buscó crear a partir de sí mismo, transgrediendo los límites del arte y provocando reacciones de su cuerpo, de su epidermis y de la de los involucrados en la sus piezas, ya sean participantes de forma voluntaria o no, en de Following Piece (Pieza de seguimiento) de 1969, dijo que:
Following piece, potencialmente, podría haber utilizado todo el tiempo y el espacio disponibles: yo podría seguir a las personas, todo el día, todos los días, a través de todas las calles de Nueva York. En realidad, los episodios de sguimiento oscilaban entre dos o tres minutos cuando alguien se metía en un coche y no podía tomar un taxi, no podía seguir – de siete a ocho horas –, si una persona iba a un restaurante, a una película.[ix]
Lo que Acconci nos demostró con esta pieza es como el cuerpo se introduce en el espacio del otro negándole una escapatoria ante el acoso. Parece ser que su pieza, además de introducir una nueva concepción artística, nos encuadró en un cuestionamiento muy importante del espacio público y del manejo que tenemos de nuestros cuerpos en él. «Al seguir un transeúnte, seleccionado al azar, hasta que entrara en un espacio privado, Acconci reflejó los movimientos de los otros en los suyos propios, mostrando así como nuestros cuerpos son sujetos de fuerzas externas que podemos o no ser capaces de controlar.»[x] La cuestión más fuerte de una obra de este tipo es realmente hasta donde el público, elegido al azar, se le ha negado la voluntad de participar o no en el acto. Ellos son parte de algo en el que no pudieron decidir. Por tanto la obra nos encuadra en una forma de acoso que se justifica gracias a que se enmarca en los lenguajes del arte. Acconci nos demuestra que tan frágiles somos en el espacio y que tan vulnerables a los ojos del otro son nuestros cuerpos, nuestros límites y como una persona nos puede robar el espacio y el razonamiento.
Más de diez años después Sophie Calle, a la manera de Vito Acconci, se acerca al dolor del acoso mediante la transformación de su cuerpo y la situación de éste, así analiza también como la ven, como la analizan y abordan las otras personas involucradas en su red social, nos habla de la percepción de quien persigue, la fantasía de quien acecha, del temor y del no descanso por el estrés de quien es perseguido. En La Filature (La sombra) de 1981, Calle es seguida por un detective que ha sido contratado por su madre, a petición de la artista, y que documenta con fotografías todos los movimientos de Calle, quien recorre lugares significativos para ella de la ciudad de París.[xi]
A diferencia de Following Piece la obra de Calle nos cuestiona desde el punto de vista de los papeles, nos hace preguntarnos quién sigue a quién, nos pone ante el dilema de que el perseguidor es en realidad guiado por una persona que sabe que es perseguida. Nos cuestiona los límites del acoso, ¿quién es el acosador, quién es el que se introduce en el mundo de quién? ¿Quién manipula a quién?
Estos dos artistas se encuentran de manera más precisa en la obra Suite Vénitienne (Suite veneciana) de Sophie Calle, en donde ella sigue a un hombre, al que llama Henri B., desde París hasta Venecia y ahí hace de su sombra por trece días, hasta que regresa a París, durante ese tiempo ella registra todos sus movimientos en un diario. Calle realiza un acto parecido al de Acconci en Following Piece, aunque a diferencia del primero ella sí llevará su acto hasta el extremo de pensar que está enamorada de él y querer dormir en su cama, lo cual intenta sin éxito, ahogándolo, acechándolo al extremo de que él le interpone una orden de alejamiento.
El acto de acoso que ambos artistas realizan nos muestra como puede asfixiarse un cuerpo, como puede coartarse la libertad de una persona sin que ella ni siquiera lo sepa. El riesgo que corren ambos artistas es el mismo que corre un acosador, o que mejor dicho desea un acosador, que el sujeto acechado se de cuenta de que lo es y pueda enfrentarlo. Los cuerpos se unen en una danza en la que se supone que unos se esconden de los otros, pero que en realidad quieren ser vistos porque quieren que el sujeto acosado sienta como su cuerpo se asfixia.
La interpretación de cada una de las obras no es única, lo que sí queda claro es que ambas hablan del cuerpo en el espacio público y de los riesgos que vivimos todos en él. En una interpretación de ambas obras el crítico Stuart Morgan nos dice que «en retrospectiva […] [las acciones de Acconci] constituyen actos de agresión en miniatura, lo más fáciles de ejecutar porque es hombre. Si las estructuras de Acconci tienen connotaciones masculinas […] la Suite Vénitienne de Calle toma forma de seducción, o, más bien, un intento o supuesta seducción.[xii]
Lo que Morgan trata de hacer es puntualizar que la obra de Acconci es violenta y puede serlo porque el artista es hombre, mientras que la de Calle se aleja de la violencia porque la artista es mujer. Pareciera que el acto de acosar, para este crítico, no es violencia. ¿Por que introducimos esta crítica aquí? Porque de lo que hemos hablado a través de este texto es de las distinciones que se hacen entre géneros al interpretar actos hechos desde las dos perspectivas, parece ser que la mujer puede ser seductora cuando el hombre no es más que violento.
Nosotras nos oponemos a esta interpretación y apuntamos que aquí es en donde yace el problema que hemos puntualizado desde el principio, citando a Beatriz Preciado: la violencia de género no existe, lo que sucede es que «el género mismo es la violencia, que las normas de masculinidad y feminidad, tal y como las conocemos, producen violencia.»[xiii]
[i] Luz Sánchez-Mellado, «La sexualidad es como las lenguas. Todos podemos aprender varias. Entrevista con Beatriz Preciado», El País, Madrid, 13 de junio de 2010, http://elpais.com/diario/2010/06/13/eps/1276410414_850215.html, consultado el 10 de julio de 2012.
[ii] Carolyn Bronstein, Battling Pornography. The American Feminist Anti-Pornography Movement, 1976-1986, Nueva York: Cambridge University Press, 2011, p. 3. (La traducciones son nuestra para propósitos de este texto).
[iii] Angela Maxwell, Cyberstalking, Department of Psychology, Auckland University, June 2001, http://www.netsafe.org.nz/Doc…/cyberstalking.pdf, consultado el 10 de julio de 2012.
[iv] Acoso sexual en Internet, s/f, El-Acoso-Por-Internet.pdf.
[v] Idem.
[vii] Acoso sexual en Internet, op.cit.
[viii] En Brasil se les dice sapatões a las lesbianas.
[ix] Jp McMahon, «Vito Acconci’s Following Piece» en Smarthistory, http://smarthistory.khanacademy.org/conceptual-artacconcis-following-piece.html, consultado el 10 de julio de 2012.
[x] Idem.
[xi] Elizaveth Inkhands, Sophie Calle- La sombra, https://lasdisidentes.wordpress.com/2012/04/15/sophie-calle-la-sombra, consultado el 10 de julio de 2012.
[xii] Stuart Morgan, «Suite Vénitienne», Frieze Magazine, número 8, enero-marzo 1992, Londres, http://www.frieze.com/issue/article/suite_venitienne, consultado del 10 de julio de 2012.
[xiii] Loc. cit.
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