Ella sueña, como usualmente lo ha hecho, en abandono y traición, en esperanza perdida, en su ser con el cuerpo perdido, en el cuerpo abandonando el improbable ser. Se siente como un castillo alguna vez orgulloso, cuyos muros se han colapsado, sus salones y torres invadidos, no por ejércitos merodeadores, pero por modestas criaturas, murciélagos, pájaros, gatos, su muerto ser, un descuidado ejército merodeando en otra parte con esparcidas y confusas intenciones.(1)
Robert Coover
En su novela Briar Rose Robert Coover nos cuenta qué le sucede a la Bella Durmiente mientras duerme durante cien años. Bella ¿es ese su nombre? Es violada y abusada de una y mil formas, tiene hijos, no cree en su príncipe azul, no distingue entre sueño y realidad, duerme entre sueños y cuentos, nos sabe cómo se llama, no sabe quién es, sus padres han muerto. Hay en su narración una reflexión acerca de la espera, la búsqueda y el abandono. Bella o Rose espera, pero no cree.
Muchos de los estudiantes de arte en México, parecen estar en una situación similar. Estudian pero no creen, no les interesa analizar y entender. Un ejemplo claro de esta situación fue cuando varios de mis alumnos me comentaron que Avelina Lésper daría una conferencia en la ENAP (ahora FAD) –La Conferencia magistral Arte contemporáneo, el dogma incuestionable– recordé aquella historia que me habían contado de su presencia en La Esmeralda, varios de ellos me pidieron que asistiera a la conferencia para poder responder a sus exabruptos en contra del arte contemporáneo. Opté por no ir, me molestaba tan sólo pensar en su presencia ahí.
Posteriormente vi el video que subieron a youtube de la sesión de preguntas y respuestas. Pensé que pasaría un mal rato al verlo. En realidad me hizo soltar varias carcajadas. Después de las carcajadas, me llegó un sabor amargo a la boca. ¿Qué pasa con la crítica en México?¿Qué pasa con los estudiantes y profesores de arte en la FAD y en La Esmeralda? ¿Cómo pueden sentirse atraídos por una persona que declara que “Gunther Gerzso dejó de ser figurativo y se volvió abstracto porque no sabía qué pintar.” (2)
Pero lo primero que pienso cuando escucho el enojo de Avelina, que es eso lo que les atrae, el enojo, de lo que no se dan cuenta es de que es infundado, no se dan cuenta de que han sido picados por un huso y adormecidos por cien años, ¿quién los va a despertar? Avelina no lo hará. El primer problema que encuentro en el discurso de Lésper es que se creyó el discurso de que la pintura no es arte contemporáneo –sin realmente entenderle–, se creyó la idea de que la pintura es un arte anacrónico (lo digo como ella lo entendió, simplificando un proceso discursivo mucho más complejo). Ahí entró en el argumento de cierta parte del movimiento artístico de este país desarrolló para enfrentarse al establishment artístico de los ochenta y noventa que no permitía la inclusión de conceptualismos en el medio artístico mexicano. Toda una generación que buscó formas alternativas de producir, estudiar y escribir sobre el arte.
Pero además de que le creyó a ciegas y sin comprensión, creó un discurso vacío en el que de lo que se trata es de vapulear al arte contemporáneo –lo que ella entiende por arte contemporáneo– sin ton ni son. Pero veamos que nos dice Lésper de lo que ella clasifica como arte, para ella el arte es una cuestión de técnica, expresión y talento:
El arte es una manifestación del ser humano, una creación en la que tú puedes ver de inmediato: talento, factura, dominio en la realización de algo. El arte se hace siempre con altísimos niveles de maestría, eso es muy importante porque eso significa que la gente ha dedicado su vida a aprender como se hace algo, a aprender a expresarse a través de eso. Entonces, como una expresión del ser humano, esta expresión tiene que alcanzar los rangos más altos. O sea, el arte es una forma muy sofisticada de expresión en la que obviamente puedes ver no solamente lo que el artista está tratando de decir sino como está tratando de decírtelo. Con qué dominio de la pintura, con qué dominio del sonido que produce música, con qué dominio del dibujo lo está haciendo que produce una obra muy interesante. Entonces, lo primero que debes ver en una obra es talento, es inteligencia, es dominio de una técnica, es maestría. Si tú no puedes ver esto en una obra entonces no te conmueve, no te comunica, entonces no es arte.(3)
«El arte es una expresión del ser humano», esa es la respuesta que suelo obtener de mis alumnos de primer semestre de la FAD, el primer día de clases. A lo que yo respondo con esta pregunta: «¿no son las telenovelas también una expresión del ser humano, no lo es la guerra, los insultos?» De ahí que cuando escucho el enojo de Avelina Lésper me queda claro que estoy escuchando el discurso de una persona que se acerca al arte desde la visión de un estudiante de 18 años, por lo que es claro que no le interesa cuestionar el arte, al contrario se para desde un periódico de derecha a decirle a la gente que el arte contemporáneo le está tomando el pelo porque es difícil de entender. Ella cree que entiende la pintura de Van Gogh sin haberla estudiado, cree que el arte es un acto de éxtasis automático, uno lo ve y siente un orgasmo ante lo que llama «maestría» o «niveles más altos», ¿niveles más altos de qué?
Pero, volviendo a mis clases en la FAD, cuando mis alumnos argumentan que el arte contemporáneo es más difícil de entender que el arte clásico les muestro Alegoría de triunfo de Venus de Bronzino y les pregunto ¿de qué se trata esta pintura? Después de repasar cada uno de los elementos de ella les pregunto ¿es fácil de entender, sin una explicación, sin conocimiento previo? Es entonces cuando yo pretendo que se den cuenta de que entender el arte, cualquier arte, requiere estudiarlo, no se trata de pararse frente a una obra y automáticamente encontrarse con imágenes maravillosas y extáticas. Ahí espero yo que empiecen a despertar de su sueño. Analizar el arte no es una cuestión fácil, definirlo menos.
Para teóricos del arte como Terry Smith: “Ninguna idea acerca del arte contemporáneo ha logrado imponerse tanto como aquella según la cual se puede –se debe, incluso– carecer de cualquier idea al respecto.” (4)
Continúa Terry Smith
La contemporaneidad es el atributo más evidente de la actual representación del mundo, y como tal abarca sus cualidades más distintivas, desde las interacciones entre los seres humanos y la geosfera hasta la interioridad del ser individual, pasando por la multiplicidad de culturas y el paisaje ideológico de las políticas mundiales. Esta nueva representación ya no puede describirse de manera adecuada con términos tales como “modernidad” y “posmodernidad”, no sólo porque está determinada por fricciones entre antinomias tan intensas que resisten cualquier generalización universal, sino porque resiste incluso cualquier generalización acerca de dicha resistencia. Al mismo tiempo, sin embargo, está lejos de ser informe.(5)
El arte contemporáneo responde y pregunta al estado actual del mundo, por lo que no es de sorprenderse que un periódico como Milenio lo ataque, además de que tampoco resulta sorprendente que lo haga a través de la voz de una mujer que no parece tener ningún interés en estudiar ni entender, si no de pulsar el botón de la impotencia y el miedo ante un mundo del arte sumamente complicado y en muchas ocasiones ingrato.
Pero sigo pensando qué pasa con la crítica y el análisis del arte en este país, en su texto Posibilidades para una crítica contemporánea o cómo volver a escribir, Daniel Montero habla de la crítica de arte y hace una diferenciación entre el comentario y la crítica:
[…] “el comentario” que por lo general se da en un espacio privado en relación a una obra o proyecto artístico en particular y “la crítica”, que se presenta en espacios públicos y que aparece como una forma de legitimación. En ese sentido “el comentario” sería mucho más íntimo porque se da como un tipo de discusión frente a frente entre el artista y los posibles comentaristas como un aporte “real” que, en términos generales, ofrece un posible diálogo generando así comunidad. Así, el lugar más apto para “el comentario” (aunque no el único) es el bar, la cantina o semejantes.
Por el otro lado está “la crítica”, favorable o desfavorable, que se publica por lo general en un medio impreso (y ahora en Internet) y que tiende a instaurar una forma de ver las obras más o menos legitima. Una obra que pasa por una crítica entra a un circuito complejo de legitimación y des-legitimación y lo que se pone a circular es su sentido.(6)
Tal vez es el internet lo que ha dejado circular comentarios aquí y allá acerca del arte contemporáneo, pero quienes se dicen críticos de arte tienen una responsabilidad, que tiene que ver con la legitimación, la des-legitimación y la información que le llega al público, así como la clase de discurso y diálogo que se puede crear al rededor de las producciones artísticas y son también parte de la educación artística de este país, y aquí es en donde llegamos a uno de los puntos más graves en esta discusión, ¿qué pasa con la educación artística en México? Dice Pablo Helguera que
En México la educación artística -tanto del artista, como del público- ha estado en bancarrota desde hace décadas. Es un hecho del que todos tenemos que responsabilizarnos: no es posible esperar a que un puñado de artistas y curadores que sí lograron sobrellevar esta carencia se encarguen de educar a todo un país, ni el público debería pretender que el arte es algo que se aprende como inhalar una espora, sin hacer el menor esfuerzo intelectual. Pero, haciendo a un lado este trágico hecho, como parte de esta bancarrota surgió el fenómeno de interpretar las cosas que ocurren en el arte actual, no de forma racional o crítica, sino a la manera de un debate entre teologías.(7)
Efectivamente, las carencias educativas en el arte en este país hacen que las discusiones puedan surgir desde «el arte es una forma de expresión» y no desde todos los bastiones y diferentes lugares del arte contemporáneo. Los diferentes frentes en donde se aprende el arte, desde el museo hasta la universidad tienen obligaciones con respecto a la educación artística, pero por supuesto que esas obligaciones también tienen que encontrarse con una persona dispuesta a aprender, una persona que despierte de su sueño de 100 años. Si Bella se debe despertar ante un mundo en donde sus padres han muerto y su castillo ha colapsado, los alumnos de arte, el público y los profesores deben despertar ante el hecho de que
La historia ha sido reemplazada por el infinito flujo recombinatorio de imágenes fragmentarias. La conciencia y la estrategia política se han reemplazado por la recombinación aleatoria ejercida por una actividad precaria frenética. Y aun así, una nueva forma de investigación inteligente está emergiendo, y los artistas están buscando un mínimo común desde el cual comprender estos cambios.(8)
Y tal vez lo complicado está en que mientras muchos artistas buscan comprender los cambios, buscan un espacio en el que se pueda formar desde el cambio, desde las diferentes miradas, existe todo un sistema que se aferra a los horizontes fijos, a la construcción de una mirada fija del arte. Y esas miradas estancan el pensamiento de las escuelas de arte, el de la crítica o de lo que se supone que es la crítica.
Hace unos meses, en la FAD, un grupo de estudiantes, junto con Iván Mejía, organizaron el 1er Encuentro de Arte Contemporáneo entre Profesores y Alumnos de la FAD, –llevado a cabo en la Galería Autónoma de la FAD, espacio manejado por alumnos de la Facultad– en el que participamos varios profesores de la escuela y, de forma sorpresiva, muchísimos alumnos de la Facultad y de otros lugares como el Claustro de Sor Juana o el Tec de Monterrey. De forma sorpresiva porque cuando se organizó el evento no se esperaba esa gran cantidad de gente con ansias de hablar del arte contemporáneo, de cuestionarse el lugar de la FAD y de las escuelas de arte en éste. Es sumamente interesante ver como cuando se abre un pequeño espacio para la discusión este es tomado y se espera mucho de él. La plática que tuvo lugar fue importante, cada maestro y cada alumno planteó sus intereses y puntos de vista respecto al arte y a la escuela.
Una de las cuestiones que más llamó mi atención es la necesidad que tienen los estudiantes de recibir una respuesta a la pregunta ¿qué es el arte contemporáneo? y cuánto temor tienen de contestarla a través de lo que sea, una palabra, una acción. También es importante remarcar que varios profesores no aceptaron la invitación a participar y muchos otros simplemente prefirieron ignorar el asunto o incluso responder a los alumnos que los cuestionaban por su inasistencia o poco interés, que ellos no habían sido invitados, cuando se trataba de una convocatoria abierta a toda la comunidad.
Por todo lo anterior es importante crear espacios para discutir en los que haya un cuestionamiento de qué es lo que se hace en la escuela y cómo se puede buscar una pequeña fisura que nos ayude a romper con la inercia de la inutilidad de la enseñanza artística. Tal vez no se pueda cambiar un espacio por completo, pero es a través de mi experiencia en el salón de clases como busco crear pequeños lugares de discusión que nos lleven a todos a abrir grietas en la educación que al menos puedan cuestionar qué es lo que hace la Facultad de Artes y Diseño.
Mi experiencia como estudiante parte de la ENAP, se extendió a la Academia de arte de Dusseldorf y posteriormente al posgrado en Historia del Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas, lugares que me ayudaron a ver de forma distinta el lugar en donde imparto clases y mi trabajo como artista, porque en cada uno pude vivir experiencias opuestas a la que tuve en la ENAP. Desde el estudiante de arte en un proceso de profesionalización en un país como Alemania y, tal vez, pensando en Luis Camnitzer, en ese proceso en donde se dividen entre genios e imbéciles. Hasta el estudio de la historia del arte, y más que la historia los estudios del arte, en el posgrado en donde tuve la oportunidad de ver desde otro punto de vista los procesos artísticos y también, en no pocas ocasiones enfrentarme a un desprecio y una discriminación por la FAD, el cual no es del todo infundado pero tampoco viene de un conocimiento real e interesado de la situación.
De ahí que me parece que la única forma de abrir el problema de la educación artística es a través de las discusiones públicas, de los planteamientos directos, de los cuestionamientos hacia nosotros mismos, no a través de discriminaciones y recriminaciones que no llevan a cambiar nada. Cuando Lésper se planta ante una escuela de arte y habla de Arte contemporáneo, el dogma incuestionable no crea diálogos, crea monólogos absurdos. Tan absurdos como la pequeña polémica que ella misma desató –más que polémica pequeño intercambio de cartas– cuando realizó una serie de afirmaciones falsas –respecto a la obra de Teresa Margolles presentada en la Bienal de Venecia en 2009, ¿De qué otra cosa podríamos hablar?– que fueron citadas en el artículo El arte hoy, como nunca, se ha vuelto un engaño de Myrrha Yglesias en la revista etcétera, a la que Medina respondió con una carta al director en la que decía al final:
Más allá de la pequeñez de las ideas de Lésper, y de su fantasía de servir como soplona cultural, demando que se retracte de sus mentiras. Una cosa es que argumente las tonterías y mezquindades que consiste su opinión: es patético pero no condenable. Pero que invente y falsifique las posiciones públicas de la artista y este curador es un insulto inaceptable a los lectores y periodistas de Etcétera Como verá, su búsqueda de “los farsantes del arte” (una tarea en gran medida absurda) lleva a una respuesta: la farsante es Lésper. (9)
A lo que Lésper respondió:
En relación a la carta del señor Medina que funge como vocero y representante de Teresa Margolles, puntualizo:
Que si como él dice no han admitido que su obra y su trabajo de promoción es un engaño, entonces esto es lamentable y deberían aceptar que no solo hacen exhibicionismo y escarnio de patologías privadas y sociales, sino que además, en el caso de que sean reales, como Medina afirma en el texto curatorial de la obra expuesta en la Bienal de Venecia, estas piezas existen porque Margolles “Ejercía un abuso de una institución del aparato legal, desviándola para sus fines” y “Desplegó un arsenal de tácticas para hacer posible un contrabando siniestro” es decir existen al amparo de la ilegalidad y el abuso. Y si los materiales y ficciones alrededor de estas obras no son verdad, entonces Medina y Margolles son unos farsantes. Por lo tanto, estas piezas se desarrollan entre la falsedad y la impunidad, en el abuso y la ilegalidad, factores que están pudriendo a nuestra sociedad […].(10)
Me parece que esta discusión nos muestra esa incomprensión del pensamiento clavado en un punto de fuga ante el arte contemporáneo, el castillo se nos cae, la educación artística está en bancarrota y la «crítica» de arte más «popular» del momento decide discutir a través de mentiras, y cuando se le cuestionan, tiene la osadía –alguien que escribe en Milenio– de hablar de los factores que pudren a nuestra sociedad y señalar la obra de Teresa Margolles como cómplice de éstos. Lésper se muestra impotente ante las estrategias de los artistas contemporáneos y prefiere hacer una clasificación general de ellos como farsantes.
Cuando Teresa Margolles en Venecia o en cualquiera de sus obras nos confronta directamente con la muerte, con la violencia, a través de sangre, piel o agua con la que se lavan los cadáveres, lo de menos es si para conseguirlo recurre a un acto ilegal o a una ficción, lo que importa es que su estrategia funciona, nos pone ante la muerte de una forma eficaz, nos confronta con nuestros miedos, con nuestra miseria humana, con nuestro país en ruinas. Ante la obra de Margolles somos la ruina y nos muestra el estado actual del mundo de forma abrupta. Nos da una cachetada de realidad. Me parece triste que a este baño de realidad se le interprete como una farsa o como arte que «vive ante el amparo de la ilegalidad y el abuso», porque precisamente lo que se refleja en esta interpretación es la inacción de una persona ante la confrontación con el país de barbarie en el que vivimos, en el que ya no se puede pintar sofisticadamente para hablar de cuestiones elevadas.
El estado actual del mundo es sumamente barbárico, represor y falto de respeto a la vida de los otros, y por lo mismo los artistas no pueden encontrarse ante él desde horizontes vacíos. Hay, en nuestra educación artística en bancarrota, espacios que abren nuevas posibilidades, nuevas formas de vernos, pero esos espacios son pocos y complicados, se complican ante la resistencia de un establishment que se niega a ver desde otros puntos de vista, y no sólo se niega a ver, sino que también se niega a permitir que los otros vean, que busquen. Para mí, el primer paso es hablar de esta situación, y partir de ahí de una forma frontal. Enfrentar a Bella y despertarla sin piedad, podríamos empezar por leerle este cuento antes de dormir, para que al despertar puede ver las ruinas del arte de una forma más clara:
El campo del arte es un espacio de violenta contradicción y de tremenda explotación. Es un lugar de chismes sobre el poder, especulación, ingeniería financiera y manipulación masiva y fraudulenta. Pero es también un lugar de comunidad, movimiento, energía y deseo. En sus mejores iteraciones, es un ámbito metropolitano fenomenal poblado por hombres y mujeres que ejercen de trabajadores de choque móviles, vendedores de sí itinerantes, genios jovenzuelos de la tecnología, timadores de presupuestos, traductores supersónicos, becarios de posgrado y otros vagabundos digitales y trabajadores a día completo. Todo está programado, es sensible y plástico-fantástico. Un potencial lugar común donde la competición es despiadada y la solidaridad es la única palabra extranjera. Habitado por bribones encantadores, reyes de la bravuconada, casi-reinas de la belleza. Es HDMI, CMYK y LGBT. Pretencioso, insinuante, hipnotizador.(11)
El mundo del arte es sumamente complicado y atractivo, en el que el encanto, la insinuación y la provocación son importantes para todos, por eso hay que enfrentar la bancarrota de nuestro sistema educativo, si no lo hacemos ¿qué nos queda?
1) Robert Coover, Briar Rose and Spanking the Maid, Londres: Penguin Books, edición Kindle, 2011, pos. 84.
2) Avelina Lésper, Conferencia magistral Arte contemporáneo, el dogma incuestionable, https://www.youtube.com/watch?v=ZtBmTTCdL8o, consultado el 7.12.2014.
3) Perla Velázquez, Código Lésper. “El arte sólo es lo que trasciende”, https://www.youtube.com/watch?v=XYJHSjqzG2Y, consultado el 7.12.2014.
4) Terry Smith, ¿Qué es el arte contemporáneo?, Trad. Hugo Salas, Buenos Aires: Siglo XXI, Arte y pensamiento, 2012, p. 15.
5) Ibid, p. 20.
6) Daniel Montero, Posibilidades para una crítica contemporánea o cómo volver a escribir, http://somamexico.org/posibilidades-para-una-critica-contemporanea-o-como-volver-a-escribir, consultado el 30.11.2014.
7) Pablo Helguera, “Querida Avelina” en Caín, Noviembre-diciembre de 2014, p.49.
8) Franco «Bifo» Berardi, «Introducción» en Hito Steyerl, Los condenados de la pantalla, trad. Marcelo Expósito, Buenos Aires: Caja negra editora, col. Futuras próximos, 2014, p.13.
9) Cuauhtémoc Medina, «La farsante es Lésper», en etcétera, 27 de noviembre, 2014, http://www.etcetera.com.mx/articulo/carta_la_farsante_es_lesper_cuauhtemoc_medina/32264/, consultado el 20.12.2014.
10) Avelina Lésper, «La obra de Margolles, una farsa en la impunidad», en etcétera, 29 de noviembre, 2014,http://www.etcetera.com.mx/articulo/avelina_lesper_responde_a_medina_la_obra_de_margolles,_una_farsa_en_la_impunidad/32317, consultado el 20.12.2014.
11) Hito Steyerl, op.cit., p.105.
Sobre la Bella Durmiente o La negra historia del desprecio por el arte contemporáneo por Adriana Raggi se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
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Avelina Lésper es un ente problemático e irritante al cual se le puede sacar cierto provecho: los sectores académico y artístico, con la honradez intelectual y la fundamentación sólida que la maestra Reggi muestra (y de la que Avelina carece, supliéndolas con aspavientos e insultos) han de organizar una respuesta estructurada ante las posiciones autoritarias y dogmáticas que la Lésper alienta con tanto éxito, abanderando una crítica en parte fundada y que no debe ella, demagoga, monopolizar. El inducir esa respuesta habría de ser lo mejor que la presencia de Lésper puede causar.