Ana Casas

La niñez que se desgasta

Por Bruno Bresani

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“Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella es una maravilla”.

Gilbert Keith Chesterton

Ana Casas nació en Granada, España, de padre austriaco y madre española. Se trasladan a vivir a México en donde estudia fotografía, pintura e historia; dedicándose totalmente a la creación de la imagen fotográfica en el año de 1983. Durante catorce años realizó la serie fotográfica “Álbum”, abarcando la relación con su abuela y las transformaciones de su cuerpo, posteriormente la editorial Mestizo realizó la publicación del proyecto y fue presentado en forma de exposición a partir del año 1991. En esta ocasión nos presenta su más reciente exploración “Kinderwunsch” la cual se encuentra realizando con el apoyo del sistema nacional de creadores.

La niñez, el juego, la leche que ahoga, que penetra, que denota el cuerpo que se desgasta, que se reestructura y juega, Ana Casas siempre se encuentra en la búsqueda de su identidad, de su ser mediante su cuerpo, mediante el registro del paso del tiempo y de las circunstancias en él; ella, la autora en esta búsqueda, en esta vivencia de la piel nos dice: “Deseaba profundamente vivir la experiencia de un embarazo, tener un hijo. Cuando nació mi primer hijo me sumergí por completo en esa vivencia y dejé de fotografiar.”

Las experiencias la envuelven y ahogan, la capturan y lanzan, Ana vive sus imágenes sin control, casi sin respirar, se sube a su montaña rusa donde el mundo se transforma en su mundo, en su experiencia, en esta nueva etapa Ana nos lleva al juego y exploración de la maternidad, de la infancia y de los desgastes del cuerpo. La autora construye sus escenarios, los complejiza en cada paso que va avanzando en su mundo de juegos y simulaciones, estos son un constante intercambio de fantasías e ilusiones tanto de sus hijos, como de la misma creadora, es una simbiosis de la creación fotográfica entre los miembros de una misma piel, de un origen, de un diálogo con el principio y el resultado del mismo, una mira de ir y devenir. Ana se lanza al abismo de juegos infantiles creando un diálogo con sus hijos sin darse cuenta de que está explorando sus fantasías olvidadas, sus miedos ocultos, sus infancias escondidas.

Los escenarios son invadidos por la representación de lo cotidiano, de las acciones simples, del bañarse, del sueño o la confusión, del pintarse y escabullirse. Estas acciones nos dejan plasmada la vida del descubrimiento, del goce, son los juegos que van interpretando las realidades creadas en su intimidad y en la de sus dos hijos. Nos comenta la autora: “la columna vertebral en este proyecto es el constante cambio en el tejido de las relaciones entre nosotros, en el proceso de convertirme en madre y en la construcción de sus identidades.”

Juana de Ibarbourou nos predice, “La niñez es la etapa en que todos los hombres son creadores”. Es esta etapa en la que se encuentra la creadora en donde se enfrenta a los que no tienen miedo, a los que se arriesgan y disfrutan lo inesperado, a sus hijos.

El desnudo es una de las líneas de trabajo en el que la autora explora la intimidad de su entorno y de sus vivencias, así como la relación con su cotidiano. Ya nos decía Enrique Jardiel Poncela :“Al amor, al baño y a la tumba, se debe ir desnudo.” Así Ana explora sus nuevos y pasados amores, sus exploraciones en la maternidad y las fantasías del juego infantil que se van creando en los caminos del reconocimiento.

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El cuerpo que realmente soy

Por Adriana Raggi

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“Para establecerse, la identidad requiere de la otredad. Se trata de una zona inestable que debe fortificarse constantemente. Es un punto de contacto entre lo conocido y lo desconocido. Un espacio de marginalidad”.

Hortensia Moreno

El cuerpo es lo que somos y es también un lugar marcado por discursos de identidad, las mujeres nos hemos visto históricamente señaladas por el discurso de la vista. El arte nos ha marcado en nuestra apariencia, nuestra identidad y nuestra marginalidad a través de lo sígnico. Nos dice la forma en la que se supone las mujeres somos, nos dice cuál es el ideal del cuerpo de una mujer y nos dice cuáles se supone que son nuestros vicios y virtudes. Es la mirada masculina la que marca un estándar en el arte, y es la mirada femenina la que lo desafía. Una mirada que por mucho tiempo fue velada pero que siempre estuvo presente buscando una salida.

Actualmente las salidas son muchas más que en el pasado, la posibilidad de escapar al velo nos da la oportunidad de vivir otras mirada, la mirada del otro que se nos presenta como un desafío es una afortunada. Aquella que nos presenta el cuerpo de una mujer como un lugar propio desde el que se habla, no como un signo de lo marginal. La mirada que nos dice aquí estoy y quiero que me percibas porque tengo mucho que decir acerca del cuerpo que soy. El cuerpo que realmente soy, no ese cuerpo idealizado cubierto por trampas visuales, por construcciones idealizadas, por representaciones llenas de coartadas.

La mirada directa de la mujer hace que al construir una imagen, ya sea fotográfica, ya sea pictórica o en un performance, nos lleva a confrontarnos y ha preguntarnos qué son esos otros cuerpos, los que no solemos ver representados, los que en realidad se escapan a una definición. Los cuerpos de mujer que son a través de diferentes miradas. Los cuerpos de la carne flácida, los que producen vida, los que dan alimento, los que producen leche, los que nos miran desde un lugar diferente para que seamos capaces de observarlos de otra manera.

La capacidad de producir cuerpo y cuestionar miradas es muy importante para el arte que es capaz de debatir en el mundo de construcciones visuales en el que vivimos, a través de un momento o de una imagen que se sitúa en un lugar diferente de la representación. Las mujeres artistas que cuestionan con y desde su cuerpo las representaciones tradicionales del arte son capaces de hacernos conocer el cuerpo que realmente son.

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Para poder explorar más trabajos de la autora puedes consultar http://www.anacasasbroda.com/